Eres su carne de cañón

La Moncloa ha perfeccionado un patrón comunicativo para elevar cualquier problema a la categoría de crisis, lograr un objetivo y enterrar el asunto 24 horas después. Ese objetivo suele ser controlar el relato, pero también desviar la atención, destruir la imagen pública de alguien o, simplemente, embarrar todo tanto que sea imposible llegar a una solución y la sociedad se desentienda. Así hasta la siguiente crisis. Ficticia, por supuesto.

Si te preocupa el cambio climático y el medioambiente, quizá te hayas preguntado estos días qué ha sido de los pellets, esas bolitas de plástico que inundaron las playas del norte y los estómagos de los peces, entraron en la categoría de desastre a la altura del Prestige, motivó un conflicto entre el Gobierno central (PSOE) y el gobierno de Galicia (no el de Asturias o el País Vasco, adivinen el color político) —ay, las elecciones gallegas— y desapareció de la noche a la mañana cuando quedó demostrado que unos y otros no actuaron a tiempo.

El objetivo es el mismo: controlar la agenda mediática, política y social. Funciona como los huracanes: quien ocupa el centro vive tranquilo y goza del privilegio de instalar los marcos sobre los que gira toda la conversación pública, esto es: rivales, medios y ciudadanos. Si no tienes la suerte de controlarla, el país (España, no confundir con El País, aquel diario que nació siendo el independiente de la mañana) te mete en la centrifugadora. Y te toca sufrir hasta que impongas un nuevo marco.

Con los agricultores está pasando algo similar. Veámoslo paso por paso:


#1: Miles de agricultores españoles secundan las protestas de sus colegas europeos y deciden convocar movilizaciones en las carreteras para protestar por unas condiciones indignas. Se enciende la primera bombilla roja en el despacho de Presidencia. Pero por ahora es solo un aviso, no un problema. Nadie hace caso. Llamémoslo primer nivel de alerta.

#2: Las protestas generan nuevos adeptos. Parece que hay cierta organización. Los medios comienzan a hacerse preguntas, los de la ciudad no entienden muy bien qué ocurre más allá de la sensación de que la fruta y la verdura está cada vez más cara mientras esa gente vive explotada por los intermediarios, y la oposición política, siguiendo el consejo de algún consultor, aprovecha para vestirse de jornalera con mocasines para pisar la tierra, porque eso es un buen impacto. Segunda bombilla roja. Nivel de alerta 2.

#3: El gobierno abre un ojo. Descubre que los agricultores no militan en ningún sindicato, lo cual es un detalle inquietante, porque en este país si no perteneces a un sindicato significa que piensas por tu cuenta. Primera reacción: se convocan reuniones con los principales líderes sociales. El objetivo podría ser hablar, entender, proponer soluciones, pero eso requiere trabajo, tiempo y dinero, y ya sabemos que la crisis caduca en una semana.

Así comienza #4: operación dedo índice: señalar buenos y malos protestantes. ¿Cómo? Los sindicatos agrícolas se desvinculan de los agricultores, los medios afines se afanan en encontrar un fotograma (a veces sirve el de alguna protesta anterior) en el que aparezca una bandera franquista, un señor gritando mucho, o el clásico encontronazo entre un asno ignorante y un guardia civil, los tertulianos a sueldo empiezan a elucubrar oscuras conexiones, y se ironiza sobre cualquier error del rival (por ejemplo, confundir metano con metanol) para desviar el foco y ridiculizarle en el Congreso.

Pero, sobre todo, se enciende entonces la maquinaria propagandística del poder, esa capaz de decirte sin sonrojo que unas decisiones judiciales deben respetarse y otras cuestionarse, negarte que en Melilla viste a subsaharianos muertos, o hacerte dudar entre terrorismo bueno y terrorismo malo. Tercera bombilla roja. Nivel de alerta 3.

Ya tenemos casi todos los ingredientes. Solo queda encender el fuego. Surgen entonces las famosas ”fuentes del gobierno”, abiertas casualmente a conceder entrevistas y off the record a periodistas. Se abre el toril del portavoz más chabacano y soez que se tenga. Y, por supuesto, se repite un millón de veces el desvarío del Abascal de turno o que el morlaco que chilla en el telediario no es un agricultor desesperado por no poder llevar dinero a casa, sino un señorito de ideología extrema, probablemente franquista, machista o incluso terrorista y, por supuesto, afín a cierto partido de tendencia ultra. Que no quede ninguna duda de que todo es un complot contra el gobierno.

¿No era eso lo que hacía el populismo? Sí, pero y qué. Se acaba el tiempo.


Para las redes, barra libre de demagogia. Para la prensa, buenos gestos, caras amables. La consigna es una: imponer como sea un marco y controlar el debate en todos los espacios, ya sea prensa, radio, televisión o los 20 mejores memes y zascas de Twitter.

Solo cuando la crisis está en su mayor auge, sale el presidente. Televisión amiga, voz conmovida, cierto maquillaje que marque ojeras, ojos casi vidriosos. Entrevista, rueda de prensa o comparecencia, el masaje es el mismo: un perfecto equilibrio entre el compromiso fingido con los protestantes y el ataque a los malvados rivales que han querido instrumentalizar la protesta. ¿Soluciones? Para qué, si la ovación es la misma.

Así es como se da la vuelta a una crisis. El resto es abrir el paraguas y esperar unos días a que la crisis se convierta en un barrizal, el público se desconecte cansado de la avalancha de datos, mentiras e insultos y el departamento de ingeniería propagandística encuentre una canción para eurovisión que convertir en otra guerra cultural.

Esto no va de resolver el problema de los agricultores, ni de abrir espacios de diálogo político para pactar soluciones, ni de demostrar la altura suficiente (desde el gobierno, pero también desde la oposición) como para mostrar respeto y condenar cualquier tipo de violencia sin etiquetar a los que difieren de la opinión oficial de fachas o de terroristas solo porque no comparten la tesis del que manda.

No existe una violencia buena y una violencia mala, como no hay terrorismo bueno ni terrorismo malo. Pero nada de eso interesa porque el objetivo de quien nos gobierna no es otro que tapar lo importante enfangando y reventando y elevando todo a la categoría de escándalo y crisis, para que tú seas el combustible. Su carne de cañón.

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