Conclusiones tras el 2D (elecciones Andalucía)

Andalucía, rompedora de leyes no escritas. El 2D pasará a la historia por ser una elección de cambio con baja participación, por romper una tradición socialista de 35 años, y por concebir un gobierno no liderado por el partido que más votos ha recibido.

¡Pero si el votante andaluz era socialista! Sí, pero la lealtad en política es frágil. La credibilidad es crucial, y cuando no eres auténtico, la gente se queda en casa. El proceso de regeneración que necesita el PSOE solo puede hacerse desde la oposición, pero no es el único que debe recapacitar y soltar lastre.

Los indignados se han desindignado pero Podemos sigue hablándoles como si persistiera el caos y la crispación. Adelante Andalucía necesita reencontrar el espíritu del 15M y reestructurar el relato que un día les legitimó. Si no, el mensaje puede sonar enlatado y desfasado, y eso también se paga en las urnas.

Menuda campaña más sosa hemos tenido. Pues sí, tibia y a la defensiva: los 15 días han sido un auténtico sopor. Entre las acusaciones, la falta de propuestas ilusionantes, los errores garrafales de logística, la falta de estrategias definidas, el fantasma invisible de VOX y la interferencia del problema catalán en la sopa andaluza la elección se ha deslucido. Y eso tiene su reflejo en la gran desmovilización del electorado. Abstención récord.

Adiós modelo Westminster. Hola modelo Borgen. El bipartidismo no volverá. Tampoco los gobiernos fuertes con un solo partido fuerte en la oposición. La pluralidad ideológica ha llegado para quedarse y eso nos obliga a olvidar los clichés de “que vote la lista más votada” o “los perdedores no pueden pactar”, porque las terceras fuerzas tienen la misma legitimidad para liderar gobiernos. Es tiempo de coaliciones, de naturalizar el cambio y la negociación. Los viejos partidos deberán adaptarse o se condenarán al ostracismo.

Se completa la transformación del sistema de partidos español que comenzó en 2014 con Podemos y Ciudadanos. El sistema es un organismo vivo, y como todo organismo tiende al equilibrio. A la simetría. Un extremo compensa otro. VOX es la horma de Podemos, pero al otro lado. Cuestión de contrapesos.

Elecciones andaluzas como palanca de elecciones generales: la implicación personal de Rivera y Casado representa un pulso a Sánchez, y la debacle de Susana Díaz se utilizará para deslegitimar el Gobierno del PSOE. Casado incluso ha llevado una agenda propia, buscando reforzar su liderazgo.

Susana Díaz culmina su caída. Sin que Sánchez mueva un dedo, Susana Díaz se desmorona, víctima de su falta de regeneración y sus intento fallido de hacerse con la Secretaría General. En los próximos meses se sabrá por qué tanto empeño en no abrir las ventanas de Andalucía y forzar elecciones. Anticiparse la dejaban sola en mitad de la batalla, con un apoyo ambiguo de Madrid, y en un momento de cansancio social que no le favorecía. Y aún así confiaba en la victoria.

¿Por qué irrumpe VOX con tanta fuerza? No tiene líder carismático ni televisivo, ni lo necesita. Sus 12 diputados se deben a una fórmula sencilla. Son la respuesta al desafío nacionalista no resuelto por PP y PSOE, por una política migratoria que necesita reformarse y por una corrupción sistemática en las instituciones que ha derivado en impunidad, pérdida de poder de las clases medias y exclusión.
VOX habla solo a quien le quiere oír y utiliza su indignación como motor: mensaje sencillo, sin explicaciones. Ni siquiera dicen que sus medidas son incompatibles con el Estado de Derecho actual porque a sus votantes no les preocupa. Son votantes sedientos de soluciones simples, y no les importa reconocer que ningún problema serio se arregla con una solución simple.

Se avecinan estrategias comunicativas de mamporrero. No tardó una hora Pablo Iglesias en calentar la calle apelando a la “alerta antifascista”, erigiéndose salvador de los Derechos y Libertades como si no existieran mecanismos políticos y judiciales para ello. Y la contrarrespuesta tampoco se hizo esperar: “comienza la reconquista”, dijo un candidato de VOX que nadie conoce. No necesitamos el discurso jacobino, visceral y republicano, pero tampoco el España first cueste lo que cueste. Bastante bajo es ya el nivel en el Congreso para apagar el fuego con más gasolina.

Pero es que VOX es antifeminista, xenófobo, antiaborto, y antiinmigración y anti comunidades autónomas… Vale, pero tenemos leyes que frenan esos impulsos. Podemos se declara antisistema, anticapitalista republicano y comunista y no lo vemos como una amenaza. ¿Por qué tanto miedo a VOX? ¿Es que no da miedo mirar a Venezuela? La solución pasa por no contagiarse del discurso del caos. Si perdemos la fe en las instituciones, ganan los extremos. Podemos ha tenido que reprimir su extremismo de izquierdas para ser parte del sistema. VOX tendrá que abandonar sus consignas de extrema derecha si no quiere quedarse como un voto enquistado e inútil.

El reto será ser más constitucionalista si cabe. Los resultados del 2D dejaron guiños del PP a VOX, y antes de eso mensajes electorales para captar voto extremo. Caer en la trampa de amortizar a VOX es lo peligroso, pues solo servirá para darles voz. El radicalismo (de izquierdas y derecha) se cura reformando, no copiando. Los 400.000 votos de VOX son de ex votantes del PP, pero también de Podemos. No son un trasvase puntual. Son transversales y, por ello, el freno debe ser también transversal.

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