Paciencia, orgullo y dignidad

Artículo publicado en 4uPress el 30 de septiembre de 2017.

Si escribiera una predicción sobre lo que sucederá mañana, probablemente este artículo quedaría  obsoleto en 24 horas. Por eso no hablaré de urnas incautadas, de detenciones, disturbios o resultados de participación. Llegados a este punto, la aritmética que resulte del 1 de octubre tendrá un valor simbólico, pero no oficial. Cataluña seguirá siendo parte de España el lunes, y el martes, y todos los días hasta que llegue el día en que, utilizando solo los cauces legales, las fuerzas separatistas se impongan en una consulta secesionista con todas las garantías democráticas. Si es que alguna vez llega ese día.

Como ciudadano, me preocupa la incertidumbre generalizada que rodea este asunto. Como demócrata, la poca confianza en la Ley. Como periodista, me crispa la incompetencia comunicativa de un Gobierno que ha preferido dormir y esperar a mañana, siempre a mañana, para cumplir su papel Ejecutivo sin llegar nunca a hacerlo; y como miembro de un Estado de Derecho, me sorprenden el poco respeto y la tibieza con la que se ha afrontado el desafío al poder político, al poder judicial y a las fuerzas y cuerpos de seguridad.

Cuando acabe el 1-O y llegue el día 2, muchos se felicitarán por haber acertado en las quinielas del secesionismo, otros se sorprenderán, y algunos quedarán retratados, y pasarán a otra cosa. A mí, sin embargo, me seguirá preocupando el poso de resentimiento en las escuelas y universidades, de crispación social y de derechos pisoteados en nombre de una idea que perdió su legitimidad en el momento en que comenzó a incumplir leyes y acuerdos internacionales.

Aquellos que han sido utilizados y no son capaces de ver en el referéndum más que una excusa para sacar la bilis; los niños utilizados por la maquinaria del procés que gritan por la independencia sin saber siquiera deletrear esa palabra; los políticos que retuercen las leyes para sacar provecho solo de lo que les conviene. Ellos serán la asignatura pendiente de todos. El futuro es lo que está en juego, y nadie —ni Gobierno ni Govern— ha pensado en él. Unos por pusilánimes, otros porque, simplemente, nunca les ha interesado la independencia.

El referéndum ha sido la excusa perfecta para emprender una huida hacia adelante, satisfacer las aspiraciones de la CUP y al mismo tiempo jugarse la última carta con el Estado antes de negociar un indulto o controlar la Justicia y así inhibirse en el escándalo del 3%. Pero también ha sido la excusa perfecta, con permiso de Venezuela, para que el Partido Popular tapara durante años la corrupción que le ahoga. Y en mitad de todo ello, los españoles, impotentes y boquiabiertos de ver cómo un sistema democrático ninguneado se resquebraja con gritos y desafíos inconstitucionales que ningún juez o fiscal al parecer puede frenar porque “no es oportuno”.

El día 2 de octubre, los que creemos en el sistema seguiremos defendiendo la Ley y a los ciudadanos libres; seguiremos tendiendo la mano, a pesar de los que crispan, los que solo quieren separar y los que se ponen de perfil pero presumen de liderar el Estado de Derecho. Será el tiempo de analizar los errores, que los ha habido, y muchos. Será tiempo de romper moldes viejos, de airear las instituciones y reformar el país, sin servilismos ni chantajes ni coacciones, porque ningún español debe ser estigmatizado por su origen, su lengua o su ideología, aunque algunos lo olviden por hastío o conveniencia.

Cuando algunos crean que acaba todo, vendrá lo mejor. El futuro comienza el lunes, más fuertes y sabios que antes, con todos los que creen y todos a los que hay que recuperar. Con el recuerdo de quienes defendieron el 1 de octubre con los valores que un día nos hicieron libres de la tiranía. Para no repetir la historia negra y corrupta y caminar mirando a Europa. Todos juntos. Paciencia, orgullo y dignidad.

 

Juan Ríos

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